jueves, 11 de diciembre de 2008

El derecho a no sufrir

Cuando la vida no es vida, cuando la única salida al sufrimiento es el sueño y el estado consciente golpea nuestra mente con cada pensamiento, no se puede comprender que se confunda el derecho a la vida con la obligación de sufrir una tortura.

Todos pudimos ver ayer en los telediarios y esta mañana en los periódicos a Craig Ewert, un inglés de 59 años que sufría una enfermedad neurológica incurable que le producía una progresiva paralización del cuerpo, y para la que los médicos solo pudieron recetarle de dos a cinco años de tortura. Todo acabó en 2006, en Dignitas, una organización suiza que lo ayudó a escapar de su ataúd de células, no sin antes poder besar a su mujer y dar las gracias. Sin embargo, no es este el tema que hoy me ocupa.

En Italia, Eluana Englaro, de 37 años y en estado vegetativo desde los 20, no encuentra un hospital que la desconecte del respirador que la mantiene con vida, a pesar de que hace casi un mes que tiene una sentencia firme del supremo que autoriza su desconexión. Por lo visto, el hecho de que ningún hospital preste sus servicios a Eluana, haciendo caso omiso a dicha sentencia judicial, es debido a posibles presiones del poder político, que de la mano del señor Berlusconi, se pasan la separación de los poderes públicos por la frente, que al parecer, si está bien estiradita resbala todo una barbaridad.

Pero en Italia, no sólo tienen que lidiar con la dictadura democrática del señor Berlusconi, esto al fin y al cabo se lo tienen merecido, ya que fue el pueblo italiano el que lo eligió en las urnas, además tienen un lastre (que ni se merecen ni lo han elegido) que pesa tanto que los tiene anclado en la edad media. Se llama Vaticano y lo regenta un tipo que predica pobreza y predica moral, pero vive en un palacio y quiere condenar al prójimo a vivir muriendo, a morir sufriendo. Digo esto, porque es el Vaticano el que está detrás de este asunto, es el que esta presionando al gobierno y el que rechaza abiertamente la sentencia judicial, a la que califica de “una monstruosidad inhumana y un asesinato”. Asesinato es lo que ustedes dan ganas de cometer.

Señores del Vaticano, si no pueden ayudar, por lo menos hagan el favor de no meter las narices en los asuntos de los demás. Ocúpense de sus divinidades, sus crucifijos y sus tonterías, y dejen a los humanos que nos ocupemos de nuestros problemas. El ser humano tiene derecho a la vida, y tiene derecho a la muerte cuando el mero hecho de estar vivo duele, porque su vida es suya y suya es su muerte.

Los señores del Vaticano, los jefes de los hospitales y los políticos italianos, con Berlusconi a la cabeza que con su estirada faz corta mejor el viento, váyanse ustedes al arder en el infierno, y si el infierno les coge muy lejos, también podrían quedarse el resto de sus vidas en estado vegetativo, concretamente convertidos en abetos, conservando únicamente el sentido de la vista para que puedan ver como les cuelgan bolitas y estrellitas año tras año por Navidad, esa fiesta tan entrañable.

martes, 2 de diciembre de 2008

La mano que mece la cuna de la Vergüenza

Cuando alguien tiene conciencia y comete un acto, que por acción u omisión, provoca el dolor más profundo, la sola idea de defenderse debería provocarle la más profunda vergüenza. Cuando alguien tiene conciencia. Cuando alguien tiene vergüenza.

En Sevilla, una niñera boliviana, dejó solo durante 48 horas a un niño de ocho años con parálisis cerebral, que acabó muriendo por falta de asistencia, mientras los padres se encontraban de viaje en la ciudad de Ceuta (maravillosa ciudad mediterránea, dicho sea de paso). Por lo visto, la razón de tal abandono, fue causa de fuerza mayor, y es que, según explica esta abnegada niñera, el sábado, una vez dormido el niño, fue a casa de una amiga a “distraerse un poco”, y claro, una cosa lleva a la otra, y esta última la llevó a una discoteca a las dos de la mañana. Una vez en la discoteca, conoció a un chico de Ecuador que la invitó a bailar, y que luego le dijo que la llevaría a casa, ya que ella tenía que trabajar. Una vez la hubo llevado a casa, la mala suerte quiso que este chico se fuera con las llaves de esta responsable canguro. Después, según dice, estuvo buscando al chico toda la noche y toda la mañana por el barrio de la Macarena de Sevilla, pero no pudo encontrarlo, hechos que dicho chico podría corroborar, de no ser porque también está muerto. Casualidades de la vida, tu sabes… la chica, comenta, que no llamó a la policía por miedo, pero, ¿por qué no llamaste por lo menos a un cerrajero?, ¿o a los padres?, ¿es que acaso no merece la pena perder el trabajo por salvarle la vida al niño? Claro, total, para la vida que llevaba el pobre. Quizás le hayas hecho un favor. Por tu propio bien, espero que nunca seas capaz de imaginar el dolor que sienten los padres.

Por otro lado tenemos a la “astuta” abogada de la niñera, la cual argumenta como defensa, que la culpa es de los padres, por dejar al cuidado de su hijo a una empleada con nivel intelectual bajo y sin cualificación. Sra. Abogada defensora, ¿esta usted diciéndome, que su defendida es tan rematadamente tonta como para no saber que a un niño, con parálisis cerebral, que ni habla ni se puede mover, no se le puede dejar sólo?. Espero que no estudiara usted derecho con una beca estatal, haría que me sintiera responsable.

- ¿Me entiende? Un cerrajero. Sí, un teléfono, solo tienes que marcar el 112. Sí, el uno es el de arriba de la izquierda ¿Oiga? ¿Me entiende usted? Por favor, por lo menos parpadee si escucha usted ruido cuando yo hablo.

Señorita niñera de Sevilla, doy por supuesto que no querías que el niño muriera, es mas, estoy casi seguro de ello, pero no te defiendas, aunque te ampare el derecho, no te defiendas, y si no, por lo menos, no lo hagas así. Solo el castigo podría hacerte vivir libre de culpa, es ésta tu única esperanza, espero que esto sí lo entiendas.

Señorita niñera boliviana de Sevilla, por argumentar un nivel intelectual bajo, cuando lo que tiene es un inexistente nivel de conciencia y de vergüenza, arda usted en el infierno. Y créame, le estoy haciendo un favor.

A la “astuta” letrada, que imagino es la arquitecto de tan “brillante” y rastrera defensa, no la voy a mandar al infierno, que allí seguro que se siente como en casa y encima aumenta su clientela.

A los padres, que puede que tengan su parte de culpa, por confiar su hijo a semejante elemento, no los mando al infierno. Ya están en él.

Cuando alguien tiene conciencia.