martes, 31 de marzo de 2009

Instinto de Supervivencia

Como animales que somos, es la supervivencia y la perpetuación de la especie nuestro fin último y verdadero. Así esta escrito en nuestros genes y en esa dirección caminan nuestros impulsos y nuestros instintos más primarios, los más necesarios. Por ejemplo: el miedo, todos lo hemos sentido alguna vez. Es esa sensación que te hace estar alerta (Ej. ataque de una fiera), cuando se dan una serie de circunstancias (Ej. oscuridad) que te hacen vulnerable. Es algo instintivo, irracional, irremediable y animal, pero que nos ha mantenido con vida durante millones de años y nos ha permitido llegar hasta nuestros días. No cabe ninguna consideración ni juicio ante instintos como este, alguien no es un “miedica” por tener miedo, ese alguien simplemente no quiere ser “devorado”. Quizás el miedo sea más importante para la historia de la humanidad que la misma penicilina. El hombre, ha creado sociedades y culturas, con su ética y su moral, con sus pautas de conductas y con su idea del bien y del mal. Pero todo esto, es sólo la causa y la consecuencia de la única verdad, la perpetuación de la especie, la supervivencia, y esta, como no, en las mejores condiciones posibles. Por esto, el bien y el mal son relativos, y dependen de la cultura, pero sobre todo dependen de la necesidad. Es por la supervivencia y por el bien común por lo que está mal visto robar, pero no está tan mal robar si se tiene hambre y se roba para comer, y está mal matar, pero no está tan mal matar en defensa propia, o por defender a tu cría o hacerlo como sacrificio a los dioses en pos del bien común en culturas primitivas. En definitiva, el bien y el mal varían en función de la necesidad.

Todo este rollo que acabo de soltar, viene a colación de la siguiente noticia: “El PIB incluirá la prostitución, el tráfico de drogas y el contrabando”. Según un mandato europeo, los países de la unión tendrán que incluir como producto interior, el dinero generado de forma ilegal, como es el de la droga, la prostitución y el contrabando. De este modo, un país como por ejemplo España, verá su producto interior engordado por el dinero negro. De la misma forma, al crecer el producto interior, también aumentará el dinero que España debe aportar a Europa. Entonces, España deberá dar más dinero a Europa, pero si el dinero negro no es declarado, porque es generado con actividades ilegales, y no va a parar a las arcas del estado, la única manera de que la cosa salga rentable, es legalizar el dinero negro y las actividades que lo han generado. No es que yo esté pidiendo la legalización de la droga, no estoy entrando en ese tema ahora, sino que pienso que es el camino que están tomando o que tomarán los distintos gobiernos.

En caso que no se legalizara, el estado estaría perdiendo dinero, y todos sabemos que eso no va a pasar. El otro camino, el de la legalización de la droga y la prostitución, al estilo de Holanda en la actualidad o al del final de la ley seca con el alcohol en EE.UU., llevaría a España directamente, y esta vez sí, a la “Champions League” de la economía internacional. ¿Qué digo a la Champions League? Ganaríamos el mundial con un equipo de juveniles. Si algo sobra en este país, es droga. Y de prostitutas no andamos mal, estamos rodeados de hijos suyos. Les aseguro, que en la próxima cumbre internacional, España tendría asegurada una silla con voz, con voto y con aire acondicionado si hace falta. Seguramente nos colocarían (nunca mejor dicho) al lado de Colombia, la cuál tendría una silla igualita que la nuestra, además de una mesa de superficie pulida y carente de humedad, que ya se sabe… estas cumbres suelen alargarse mucho. Tampoco nos pondrían muy lejos a Jamaica y Marruecos, por si la cosa se pone tensa…

Como decía al principio, nuestros valores van en función de la necesidad, y en estos tiempos de crisis, en los que pretenden que el dinero negro nos rescate, puede que la droga ya no sea tan mala como antes, puede que sea suficiente con poner en las jeringuillas: “Pincharse heroína puede matar”.

Ni a favor, ni en contra, ni en mitad del camino me quiero situar. No es esa hoy mi intención. Solo quiero resaltar lo débiles que son los principios en los que se asienta nuestra sociedad. Las cosas no están bien ni están mal, las cosas simplemente se necesitan o no se necesitan.

Realmente, esta vez, no se a quién mandar al infierno. No puedo mandar al infierno a la ética y la moral, ni al bien y al mal, porque son tan volátiles, que pueden cambiar por el camino, y estaría quemando algo diferente a lo que en un principio quise quemar.

Y si el concepto del bien y el mal es tan relativo, si mi propia conciencia es un simple producto de la sociedad, y esta varía en función de la necesidad, ¿que coño hago yo aquí mandando cosas al infierno? La objetividad es una linea que no ha pintado nadie porque la hemos pintado entre todos, pero es una línea tan fina, que es imposible andar por encima de ella sin pisar fuera. Y al decir esto, ya de paso, me mando a mi mismo a arder en el infierno, por desacreditarme.

martes, 3 de febrero de 2009

Los Santos Inocentes

Para mí, la felicidad no existe, su mera búsqueda la hace imposible. Es algo tan efímero y desconocido, y nosotros somos tan estúpidos, que no la reconoceríamos ni aunque la tuviéramos delante. Es como una carrera sin meta, en la que al final morimos de puro cansancio. Veo la felicidad en los ojos de un niño, y en mis recuerdos de infancia. Sólo en la inocencia y en la irresponsabilidad de un niño, tiene cabida la felicidad, porque no la busca, porque la tiene dentro, y porque si no la tiene se la imagina.

Hoy ha saltado una noticia que me ha caído como una bomba y que hace que vuelva a escribir aquí. El defensor del pueblo, envió ayer al congreso un informe de casi 500 páginas, que plasma una investigación de más de dos años y que da lugar al siguiente titular: “Niños custodiados por la administración, sufren castigos crueles”. Los sufren en centros de la administración pública, la mayoría son responsabilidad de las Comunidades Autónomas y están regidos por fundaciones como O’ Belén, fundación sin ánimo de lucro. ¿Para qué quiere dinero alguien que vive de la crueldad? Son centros para niños de entre 9 y 18 años. No son reformatorios. Los niños no son delincuentes (ni aunque lo fueran claro). Son centros para niños con problemas. El 87% de los niños son españoles, lo digo por si hay algún “gato” de “intereconomía” que se esté frotando las manos.

Viene a mi mente la cara de Antonio, una cara que invento porque no la conozco, la cara de un niño de metro y medio que un “cuidador” estampa contra la pared. Esto lo cuenta una niña que resume su vida en uno de estos centros en cinco folios, en los que sólo queda de su infancia su letra redondeada. Castigos como inmovilizar a una niña en el suelo durante más de una hora, por no estar de acuerdo con el personal del centro, o desnudar a otra niña y ponerla de rodillas delante de su “cuidadora”, simplemente por no querer mirarla a la cara, u otros actos como golpear a un niño en la cabeza con un detector de metales, hacen que me de vergüenza ser humano. En estos centros, se ha medicado a niños para tenerlos día y noche sedados, convertidos en sumisos y siniestros zombis de metro y medio. En estos centros, se ha atado a niños a la cama durante días, se les ha obligado a comerse las sobras de comida del día anterior, se les ha aislado en celdas durante más de 72 horas, en uno de esos centros en Diciembre se suicidó ahorcándose un niño de doce años, repito, de doce años.

Me es imposible sintetizar la cantidad de barbaridades que revela el informe, entre otras cosas, porque no me apetece volver a leerlo. Un niño debe jugar, debe reír. Un niño debe portar la felicidad, y el que hace sufrir a un niño semejantes castigos, lo está condenando a morir sin conocerla.

Un niño maltratado, es una herida en una zona hemofílica de la humanidad, una herida que no cicatriza, que nos desangra. Quizás hasta nos viene bien seguir así, a ver si nos extinguimos de una puta vez.

Todo aquel que maltratara, maltrate, maltrataría o todas y cada una de las conjugaciones del verbo maltratar a un niño, todo aquel que provocara, provoque, provocaría o todas y cada una de las conjugaciones del verbo provocar que un niño de tan sólo doce años se quite la vida, que se convierta en un niño, que salude a la felicidad con una mano y antes del primer pestañeo, que arda en el infierno, al menos, hasta que se me ocurra un castigo peor.