martes, 3 de febrero de 2009

Los Santos Inocentes

Para mí, la felicidad no existe, su mera búsqueda la hace imposible. Es algo tan efímero y desconocido, y nosotros somos tan estúpidos, que no la reconoceríamos ni aunque la tuviéramos delante. Es como una carrera sin meta, en la que al final morimos de puro cansancio. Veo la felicidad en los ojos de un niño, y en mis recuerdos de infancia. Sólo en la inocencia y en la irresponsabilidad de un niño, tiene cabida la felicidad, porque no la busca, porque la tiene dentro, y porque si no la tiene se la imagina.

Hoy ha saltado una noticia que me ha caído como una bomba y que hace que vuelva a escribir aquí. El defensor del pueblo, envió ayer al congreso un informe de casi 500 páginas, que plasma una investigación de más de dos años y que da lugar al siguiente titular: “Niños custodiados por la administración, sufren castigos crueles”. Los sufren en centros de la administración pública, la mayoría son responsabilidad de las Comunidades Autónomas y están regidos por fundaciones como O’ Belén, fundación sin ánimo de lucro. ¿Para qué quiere dinero alguien que vive de la crueldad? Son centros para niños de entre 9 y 18 años. No son reformatorios. Los niños no son delincuentes (ni aunque lo fueran claro). Son centros para niños con problemas. El 87% de los niños son españoles, lo digo por si hay algún “gato” de “intereconomía” que se esté frotando las manos.

Viene a mi mente la cara de Antonio, una cara que invento porque no la conozco, la cara de un niño de metro y medio que un “cuidador” estampa contra la pared. Esto lo cuenta una niña que resume su vida en uno de estos centros en cinco folios, en los que sólo queda de su infancia su letra redondeada. Castigos como inmovilizar a una niña en el suelo durante más de una hora, por no estar de acuerdo con el personal del centro, o desnudar a otra niña y ponerla de rodillas delante de su “cuidadora”, simplemente por no querer mirarla a la cara, u otros actos como golpear a un niño en la cabeza con un detector de metales, hacen que me de vergüenza ser humano. En estos centros, se ha medicado a niños para tenerlos día y noche sedados, convertidos en sumisos y siniestros zombis de metro y medio. En estos centros, se ha atado a niños a la cama durante días, se les ha obligado a comerse las sobras de comida del día anterior, se les ha aislado en celdas durante más de 72 horas, en uno de esos centros en Diciembre se suicidó ahorcándose un niño de doce años, repito, de doce años.

Me es imposible sintetizar la cantidad de barbaridades que revela el informe, entre otras cosas, porque no me apetece volver a leerlo. Un niño debe jugar, debe reír. Un niño debe portar la felicidad, y el que hace sufrir a un niño semejantes castigos, lo está condenando a morir sin conocerla.

Un niño maltratado, es una herida en una zona hemofílica de la humanidad, una herida que no cicatriza, que nos desangra. Quizás hasta nos viene bien seguir así, a ver si nos extinguimos de una puta vez.

Todo aquel que maltratara, maltrate, maltrataría o todas y cada una de las conjugaciones del verbo maltratar a un niño, todo aquel que provocara, provoque, provocaría o todas y cada una de las conjugaciones del verbo provocar que un niño de tan sólo doce años se quite la vida, que se convierta en un niño, que salude a la felicidad con una mano y antes del primer pestañeo, que arda en el infierno, al menos, hasta que se me ocurra un castigo peor.